Académica Lorena Rodríguez y obesidad en Chile:

"Estas cifras obligan al Estado a actuar, no solo por los altos índices de obesidad en la población, sino porque aquí hay una inequidad evitable"

"Estas cifras obligan al Estado a actuar"

Las cifras sobre obesidad en Chile difundidas en los últimos días son categóricas: según los datos de la última Encuesta Nacional de Salud el 31,2 por ciento de la población adulta sufre obesidad, un 39,8 por ciento sobrepeso y un 3,2 por ciento obesidad mórbida. El mismo estudio presenta alarmantes números sobre sedentarismo, el cual alcanza el 86,7 por ciento en la población mayor de 15 años, llegando a un 90 por ciento en el caso de las mujeres.

A estos datos, se suman los resultados de un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que posicionó a nuestro país como el segundo OCDE con mayor tasa de obesidad, tras Estados Unidos. Según estos datos el 34,4 por ciento de la población chilena mayor de 15 años presenta altos índices de obesidad.

Aunque Lorena Rodríguez, médico pediatra y magíster en Nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina, señala que los valores entregados están en línea con lo esperado y con el alza mundial de las cifras de obesidad, pone el énfasis en el impacto que tienen estos números para el país y la inequidad que subyace fuerte tras estas cifras: “Este problema se concentra en mujeres y grupos con nivel social y educacional más bajo”, advierte la especialista.

En términos generales, ¿cómo impactan a nuestro país estos altos niveles de obesidad?

Las implicancias son múltiples. En primer lugar, la obesidad se asocia a complicaciones de salud graves como la diabetes, la hipertensión y las dislipidemias (colesterol alto). A su vez, estos factores se relacionan con infartos al miocardio, con ataques cerebrovasculares y también con algunos tipos de cáncer que están asociados a una mala dieta. Las implicancias desde el punto de vista de la salud de las personas son muy grandes, pero también hay que ver, que éstas enfermedades, generan discapacidad precoz, ausentismo laboral recurrente, y menos productividad para el país. Por lo tanto, hay costos sanitarios asociados al sistema completo y por supuesto costos para el bolsillo de las personas, y también en términos de economía y productividad del país.

Cree usted que estas cifras dan un pie forzado a reforzar la política pública sobre el tema.

Estas cifras obligan al Estado a actuar fuertemente, no solo por los altos índices de obesidad en la población, sino porque aquí hay una inequidad evitable.

¿Por qué la obesidad tiene una mayor incidencia en los grupos con menor nivel socioeconómico y educacional?

En términos de nivel educacional y socioeconómico, la principal razón que se da es que los entornos alimentarios, es decir, el ambiente físico, social, económico, que rodea a estas personas favorece que sus conductas sean menos saludables, tanto en términos de alimentación como de actividad física. Los determinantes sociales de la salud sin duda tienen un tremendo rol en estas diferencias, estamos hablando de nivel socioeconómico, ingreso, acceso a servicios de salud, niveles de poder distinto, todos temas que son muy difíciles de abordar desde una sola perspectiva, y que requieren actuar bajo el concepto de salud en todas las políticas, para corregir tanto los determinantes sociales como los entornos alimentarios.

En el caso de las mujeres, ¿cómo se explica esta inequidad?

Parte de las diferencias en este ámbito tienen que ver con algunas con características hormonales de las mujeres, pero también con características sociales a las que están expuestas: probablemente tienen menos tiempo disponible para hacer actividad física, porque además de su rol laboral fuera del hogar, tienen un rol adentro del hogar, en término del cuidado de los hijos y la familia completa, la preparación de las comidas, el aseo y otras labores domésticas. Es decir, no hay oportunidades para que la mujer pueda levantarse, comer saludable, ir al gimnasio, hacer sus labores. Se genera un círculo vicioso que favorece estas desigualdades.

El que estos índices sigan en aumento nos lleva a la pregunta de qué tan efectivas son las políticas que se han instaurado como los sellos nutricionales, los quioscos saludables o el programa Elige vivir sano, por nombrar algunas.
Se espera que las políticas estructurales, como La Ley del Etiquetado y la ley de publicidad que se vincula a ésta, y pone normas a las prohibiciones de publicidad de alimentos “Altos en”, den resultados en un plazo no menor a cinco o diez años, por lo tanto, no hemos cumplido todavía con esos plazos. Esas políticas estructurales se complementan con otras políticas como “Elige vivir sano”, la “Estrategia de Municipio, Comuna y Comunidad Saludable”, que empodera a las comunidades en su territorio, y otras. Creo que debemos tener una buena cantidad de paciencia para que este tipo de medidas tengan efecto en la población, porque las personas que ya tienen el problema de la obesidad probablemente lo van a seguir manteniendo, eso lo demuestra la evidencia científica. Y las personas que no la tienen, son las que tienen que mantenerse en sus niveles normales. Así, en las siguientes cohortes poblacionales vamos a ir viendo que se estabiliza la obesidad primero, y mucho más adelante, se espera que la obesidad comience a disminuir.

Junto a estas medidas hay estudios de investigadores que plantean que un alza impositiva para la comida chatarra podría ser efectiva también dentro de las estrategias para enfrentar este problema, ¿cuál es su postura al respecto?

Existe un grupo de políticas que se llaman medidas fiscales y que corresponden a impuestos y subvenciones. Chile ya tiene impuestos a las bebidas azucaradas desde fines de 2014, el cual es un 8 por ciento más alto que el que tienen las bebidas no azucaradas. Esto es menor a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que es de un 20 por ciento, pero estamos bien encaminados. Los impuestos a los alimentos “Altos en” son una estrategia que se ha demostrado exitosa en los países que la han implementado, como en México. Acá en Chile el doctor Cristóbal Cuadrado de la ESP, hizo un estudio donde demostró que este 8 por ciento había marcado una diferencia importante en el precio de los productos, y, por lo tanto, en las compras. Pero nos queda una brecha por avanzar. Además, un estudio que encargaron los ministerios de Hacienda y Salud hace cerca de un año atrás, estableció que en teoría sería factible y podría tener un importante impacto en la salud nutricional de la población esa alza impositiva. No es la primera vez que se realizan estos estudios, hay evidencia internacional que van orientados a la misma línea, y creo que el gran desafío de nuestro país es aumentar el impuesto a las bebidas azucaradas, y planificar paulatinamente el impuesto a otros alimentos que son altos en estos nutrientes críticos o dañinos para la salud.

Y en cuanto a la subvención, ¿cuál sería el camino correcto?

Subvencionar alimentos saludables también parece una estrategia muy relevante para favorecer la compra de este tipo de productos, puesto que el precio claramente es un factor que incide en la compra. Chile ya tiene implementadas algunas subvenciones a través del Programa Nacional de Alimentación complementaria en el que se entregan alimentos muy saludables a la población menor de seis años, embarazadas y adultos mayores. En la JUNAEB también se han hecho esfuerzos por subvencionar alimentos saludables. Sin embargo, hay una brecha y una posibilidad de seguir actuando y poner más énfasis, pero no podríamos decir que Chile no tiene ningún avance en ese sentido.

Finalmente, ¿hay otras alternativas que se puedan trazar para lograr la frenar la expansión de la obesidad en el país?

Ya tenemos hartas estrategias andando, y es importante su continuación por un buen camino, esto significa que tenemos que preocuparnos de que la fiscalización de las dos leyes que te nombré, por ejemplo, ocurra y que, por lo tanto, se cumpla.

Por otro lado, hay que fortalecer la subvención de los alimentos saludables a través de la JUNAEB. El programa de alimentación escolar debería asegurar que las guías alimentarias se pudieran cumplir en su mayor parte en el horario en que los niños están en la escuela. Lo que te he dicho es lo que se está haciendo en gran parte de los países.

Dónde veo posibilidades: en el ámbito laboral. Así como hemos modificado el entorno alimentario escolar, es importante también modificar el entorno alimentario laboral, de tal forma que las personas en sus lugares de trabajo tengan acceso a alimentos saludables, para consumo o para llevar a su hogar. Por ejemplo, hay algunas experiencias de puntos de feria en los lugares de trabajo, que facilita que la gente en su pausa pueda comprar alimentos saludables y llevarlo a su hogar. En el otro espacio en que veo muchas posibilidades de avance es a nivel territorial, en las comunas bajo la responsabilidad de los municipios. Por ejemplo, con disponibilidad de plazas activas para que la gente practique gratuitamente actividad física, o gimnasios de bajo costo o gratuitos para la población de esa comunidad, los espacios seguros para caminar también favorecen la actividad física o la disponibilidad de ferias libres en todas las comunas del país. Está demostrado que la inversión en modelar entornos tiene un impacto mucho más costo efectivo en la población que intentar tratar uno por uno a todos los obesos de este país, que con un 74 por ciento de mal nutrición por exceso, sería infinito.

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