Eutanasia, hipertanasia, hipotanasia: examinar la vida

Eutanasia, hipertanasia, hipotanasia: examinar la vida

(El Mostrador, 3 de octubre de 2014)

El debate abierto por la condición de sufrimiento del doctor Manuel Almeyda y las inconsistencias e insuficiencias de la Ley de deberes y derechos de los pacientes, quizás deba empezar por las palabras. Fueron sus palabras en una carta, en enero de este año, las que dieron lugar al actual debate: “Una comisión de hombres justos que estudien la mejor forma de poner fin a la vida de las personas que estén en una condición de vida terminal y que así lo deseen”.
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Tras un silencio grave y absolutista, las palabras que nos ayudan a examinar la vida y la muerte, nos convocan, para ser habladas por nosotros. Alrededor de ellas nos reunimos, como en una nueva asamblea profunda, intensa. Las palabras al centro, nosotros en torno a ellas.

Podría alguien sugerir que estamos unos enfrente de otros. Pero no, estas palabras no nos oponen, ni dividen ni fragmentan. Más bien nos convocan, nos reúnen, como nos llama un fogón en la noche, a examinar la vida diurna. Estamos alrededor de ellas, palpándolas, tomándoles su peso, probando cómo se conjugan, con quién se articulan.

Pero no se trata de una pura cuestión técnica o médica o etimológica. Confieso que no tengo claro si la palabra misma sea la adecuada, pues resuena como una pregunta a la que debiéramos responder con un sí o un no, que tal vez bosqueje una discusión legal en términos inadecuados.

La palabra eutanasia seduce pues suena como un término técnico, sobre todo por su etimología griega. En medicina hablamos de eutrofia, por ejemplo, para un desarrollo adecuado. La rodean no sólo distrofia, desarrollo alterado, sino atrofia, hipotrofia, hipertrofia. En la misma tradición médica las palabras son multiplicidades.

Pero no se trata de una pura cuestión técnica o médica o etimológica. Confieso que no tengo claro si la palabra misma sea la adecuada, pues resuena como una pregunta a la que debiéramos responder con un sí o un no, que tal vez bosqueje una discusión legal en términos inadecuados.

Preferiría que la habláramos a partir del sufrimiento humano y de la afección por ese sufrimiento. Habiendo sido formados en una medicina que a veces cura, mucha veces alivia, pero siempre consuela, me gustaría que este debate se centrara en cómo somos afectados y cómo acompañamos a aquel que sufre dolor intenso o limitaciones insoportables. Cómo lo hacemos sin condena ni prejuicio, ni mucho menos imposiciones, sino buscando una apertura a su condición y a la posibilidad de ser afectados, transformados, enseñados o renovados por ella. En suma, cómo este debate sobre la vida y la muerte, nos puede hacer diferentes de lo que hoy somos.

Creo que la Universidad de Chile –en un tiempo en que somos, con alguna razón, cuestionados y criticados– puede también renovarse, siendo el lugar en donde nos encontremos científicos, técnicos, filósofos, pacientes, ciudadanos, alrededor de estas palabras y a la vez buscando otras nuevas, que sirvan mejor al propósito de reunirnos y reconocernos en la apreciación de la vida y el alivio del sufrimiento.

Debates y palabras que ayuden a dibujar un mundo no en blanco y negro, eutanasia sí o no, ni siquiera en matices o colores, sino un mundo con aromas y sonidos, múltiple, hermoso, donde muy pocos quieran devolver el boleto al universo. Y en el que la mayoría que persiste sobre la tierra, lo haga por una vida que merece ser examinada y vivida.

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