70 años de la Escuela de Salud Pública: Renovando el compromiso con Chile

70 años de la Escuela de Salud Pública: Renovando el compromiso

Hace 70 años, un día 1 de junio de 1943, en el contexto de un acuerdo entre la Universidad de Chile, el Servicio Nacional de Salubridad, la Fundación Rockefeller y el Instituto Bacteriológico de Chile, fue fundada la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile con el nombre de Escuela de Salubridad, dependiente de lo que en ese entonces era la Facultad de Biología y Ciencias Médicas.

El contexto sanitario chileno en el tiempo de creación de la Escuela era muy distinto al actual. En efecto, desde una mortalidad general que alcanzaba los 21,3 fallecidos por cada 1000 habitantes en 1940, la cifra se ha reducido a 5,4 por cada 1000 habitantes en la actualidad. De 191 niños que fallecían antes de cumplir el primer año de vida por cada 1000 niños que nacían vivos a principios de los años 40, la mortalidad infantil se ha reducido a 7,8 por cada mil nacidos vivos. La esperanza de vida, para el periodo 1939-1942 era de 40,6 años para los hombres y 43,1 años para las mujeres; para el periodo 2010-2015, esta ha aumentado a 76,1 años para los hombres y 82,2 años para las mujeres. El perfil epidemiológico, que en la época de creación de la Escuela se caracterizaba por un predominio sin contrapesos de los problemas infectocontagiosos, hoy nos muestra un predominio de las enfermedades crónicas, las que representan el 84% de los años de vida saludable que se pierden en el país, siendo solo las enfermedades cardiovasculares, tumores, diabetes y enfermedades pulmonares crónicas responsables de más de la mitad de las muertes que ocurren cada año en Chile.

En términos del sistema de salud, se había aprobado en 1924 la ley del seguro social que permitió establecer un sistema de atención de salud para obreros (trabajadores manuales) y en 1942 se había autorizado la creación del SERMENA (Servicio Médico Nacional de Empleados), para que esta institución administrara para este tipo de trabajadores, es decir trabajadores de servicios, los beneficios de la ley de medicina preventiva que se había aprobado en 1938. De este modo, el sistema de salud estaba segmentado, segregando de acuerdo al tipo de ocupación de los trabajadores.

Siete décadas después, el sistema de salud sigue segregando, ya no por tipo de ocupación entre obreros y empleados, sino que por nivel de ingreso de las personas. Desde el punto de vista de la situación de salud, también sabemos que los promedios esconden desigualdades. Comunas como Purén con 28 por mil nacidos vivos, Perquenco con 34,5 por mil nacidos vivos, Sagrada Familia con 22,5 por mil nacidos vivos, tienen aún tasas de mortalidad infantil equivalentes a las que en promedio Chile tenía en la década de los años 80s. Siendo Chile el país con mejor esperanza de vida de América Latina, comunas como Guaitecas o Palena en el sur de Chile o Camiña en el norte, tienen cifras de esperanza de vida equivalentes a las que el país tenía como promedio en los años 70s.

La misión que desde su fundación tuvo la Escuela fue "Mejorar la Salud Pública contribuyendo a la correcta estimación de los problemas y enseñando la manera de abordarlos con mayor eficacia", así como “estudiar los problemas nacionales que dicen relación con la prevención de enfermedades y fomento de la salud”.

Al renovar esta misión, con ocasión del septuagésimo aniversario de nuestra Escuela de Salud Pública nos sumamos al llamado que en 2006 hiciera la Unión Europea, bajo la presidencia de Finlandia, de promover Salud en todas las políticas como enfoque para construir un país más sano, donde la gente viva más y con mejor calidad de vida. En el mismo sentido, convencidos de que existen condiciones para generar un acuerdo social y político amplio, planteamos que el sistema de salud tal como hoy existe en Chile, separado en dos seguros, Isapre y Fonasa, no puede sostenerse por más tiempo. El desafío es avanzar hacia un verdadero seguro social, basado en los principios de la solidaridad, un sistema que se financie de acuerdo a las capacidades de contribución financiera de cada persona y que se use en función de las necesidades de cada cual, un sistema en el que los sanos financian a los enfermos, los ricos financian a los pobres y los jóvenes financian a los viejos.

El camino al pleno desarrollo nos exige terminar la discriminación y las profundas desigualdades que se mantienen en nuestra sociedad, así como fortalecer la necesaria cohesión social. Ya es hora que como sociedad nos hagamos cargo de esta tarea.


Óscar Arteaga H.

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